“Las aguas están saturadas de los vertidos de las citrícolas”.
El impacto de la contaminación en la Cuenca Salí-Dulce, generado principalmente por los industriales tucumanos, obligó al grupo ecologista PRO-Eco, de la vecina provincia de Tucumán, a realizar desde hace un tiempo un exhaustivo seguimiento a las principales citrícolas que la ciudad de Tafí Viejo, que contaminan las aguas de los arroyos que luego desembocan en la cuenca.
En diálogo exclusivo con Nuevo Diario, Myrian Genisans, integrante del grupo ecologista tucumano, manifestó que dichas citrícolas “están tomando aguas de los acuíferos profundos, y una vez que pasan por el proceso de las industrias, las vuelcan a los arroyos del río Tafí, que luego están canalizados a cielo abierto y desembocan a la Cuenca Salí-Dulce”.
Manifestó que desde la asociación existe cierto escepticismo de que los ingenios estén trabajando como deberían para reducir la contaminación. “Puede ser que hayan minimizado un poco los volúmenes de contaminación en comparación a años anteriores, pero el único seguimiento que nosotros estamos haciendo en Tucumán es con las citrícolas de Tafí Viejo. Lamentablemente la Justicia hizo marcha atrás, desestimando algunas pruebas presentadas por Gendarmería hace aproximadamente cuatro años. Hoy, estamos viendo que las aguas de Tafí están absolutamente saturadas por los vertidos de materia orgánica que salen de las citrícolas”, recalcó la ambientalista.
Una mirada ecológica
A la par de la movida ambientalista, Genisans señaló que el trabajo de las citrícolas “es el típico fenómeno que ocurre con las producciones ‘exitosas‘ de gran crecimiento económico y con la naturaleza no alcanza para diluir la cantidad de vertidos que arrojan las industrias al aire o al agua”. Además, agregó que muchos pobladores de la zona se muestran indiferentes con la problemática ambiental. “A la gente mucho no se le puede hablar sobre esto, porque las citrícolas dan trabajo. Aquí se vive de los ingenios, y no estoy hablando de las familias de los trabajadores, sino que existe mucha gente que no tiene ganas de afrontar este costo social de plantear, que si bien es cierto da trabajo, pero también es cierto que contamina y mata”.
Señaló que no es común escuchar críticas hacia la contaminación de las citrícolas “porque generan el superávit que después se gasta en las fiestas patrias, y así estamos con este modelo de producción que está agotando la capacidad de carga que tiene la naturaleza en la región, y está hipotecando la posibilidad de que se sanee naturalmente la cuenca”.
Por último, la ambientalista tucumana sostuvo que “los daños ambientales no lo afronta la corporación que se enriquece con la producción, sino que lo afrontamos todos nosotros. Este costo se minimizaría si la producción se achicaría y si los sueldos fueran dignos. A ello, deberíamos sumarle que el enriquecimiento siempre queda en pocas manos. Pensar en esto, sería pensar en adoptar otro modelo de producción, y no en un modelo capitalista”, señaló Genisans a Nuevo Diario.
En diálogo exclusivo con Nuevo Diario, Myrian Genisans, integrante del grupo ecologista tucumano, manifestó que dichas citrícolas “están tomando aguas de los acuíferos profundos, y una vez que pasan por el proceso de las industrias, las vuelcan a los arroyos del río Tafí, que luego están canalizados a cielo abierto y desembocan a la Cuenca Salí-Dulce”.
Manifestó que desde la asociación existe cierto escepticismo de que los ingenios estén trabajando como deberían para reducir la contaminación. “Puede ser que hayan minimizado un poco los volúmenes de contaminación en comparación a años anteriores, pero el único seguimiento que nosotros estamos haciendo en Tucumán es con las citrícolas de Tafí Viejo. Lamentablemente la Justicia hizo marcha atrás, desestimando algunas pruebas presentadas por Gendarmería hace aproximadamente cuatro años. Hoy, estamos viendo que las aguas de Tafí están absolutamente saturadas por los vertidos de materia orgánica que salen de las citrícolas”, recalcó la ambientalista.
Una mirada ecológica
A la par de la movida ambientalista, Genisans señaló que el trabajo de las citrícolas “es el típico fenómeno que ocurre con las producciones ‘exitosas‘ de gran crecimiento económico y con la naturaleza no alcanza para diluir la cantidad de vertidos que arrojan las industrias al aire o al agua”. Además, agregó que muchos pobladores de la zona se muestran indiferentes con la problemática ambiental. “A la gente mucho no se le puede hablar sobre esto, porque las citrícolas dan trabajo. Aquí se vive de los ingenios, y no estoy hablando de las familias de los trabajadores, sino que existe mucha gente que no tiene ganas de afrontar este costo social de plantear, que si bien es cierto da trabajo, pero también es cierto que contamina y mata”.
Señaló que no es común escuchar críticas hacia la contaminación de las citrícolas “porque generan el superávit que después se gasta en las fiestas patrias, y así estamos con este modelo de producción que está agotando la capacidad de carga que tiene la naturaleza en la región, y está hipotecando la posibilidad de que se sanee naturalmente la cuenca”.
Por último, la ambientalista tucumana sostuvo que “los daños ambientales no lo afronta la corporación que se enriquece con la producción, sino que lo afrontamos todos nosotros. Este costo se minimizaría si la producción se achicaría y si los sueldos fueran dignos. A ello, deberíamos sumarle que el enriquecimiento siempre queda en pocas manos. Pensar en esto, sería pensar en adoptar otro modelo de producción, y no en un modelo capitalista”, señaló Genisans a Nuevo Diario.
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