Desde las pioneras resistencias sociales de Esquel y Gualeguaychú, hasta la resistencia de las organizaciones ambientalistas de la región, especialmente contra las megaexplotaciones mineras, primerafuente se consolidó como medio que intentó reflejar desde adentro las luchas sociales en defensa de un planeta que agoniza.
El proceso es cíclico. Cada año, generalmente desde mayo hasta octubre, la provincia encuentra a sus quince ingenios en plena etapa productiva: la zafra, tras su letargo estival, vuelve a reactivarse. Al mismo tiempo, se vuelve a tocar fondo en materia ambiental. Es el momento en el que las cenizas de las chimeneas y de la quema de cañaverales no dejarán ver los cerros durante varios meses.
Frente a este escenario, parecía impensado que años atrás haya quienes se animen a realizar algún tipo de reclamo sobre esta actividad.
La tendencia mundial enfocada en una mayor concientización en cuanto al estado del medio ambiente y su impacto en la salud también tuvo su proceso de gestación por estos lares.
Pero aquí, a diferencia de otras sociedades, la reacción frente a una estructura tradicional -en la que el daño que causan estas fábricas se impone desde su naturalización hasta el desconocimiento generalizado-, surgió desde la misma comunidad, agrupada generalmente en ONG e influidas por una creciente noción del impacto causado.
Fue a partir de las movilizaciones vecinales que los tibios avances que se registraron en los últimos años pudieron cristalizarse.
Si el porcentaje de filtros para disminuir la emanación de partículas tóxicas creció sensiblemente; si a regañadientes se debió instalar silenciadores en calderas para mitigar las estridencias causadas por los escapes de vapor; o si la cantidad de vinaza que se arroja en forma indiscriminada a los cursos de agua naturales también tuvo alguna merma, todas estas mejoras se concretaron como respuestas ante la creciente demanda popular, más consciente del daño que las colosales chimeneas les están causando.
Es que, ya sea desde el Gobierno, claramente decidido a privilegiar al sector industrial por sobre una mejor calidad ambiental (un ejemplo de esto es la dependencia de las políticas de medio ambiente a las órdenes del Ministerio de Desarrollo Productivo), o desde la Justicia (salvo contadas excepciones) que hizo muy poco para dar curso a las innumerables denuncias que, en vano, intentaron alterar la sensación de impunidad existente, siempre desde los poderes públicos se actuó como vagones tirados por una locomotora impulsada por la fuerza de las manifestaciones populares.
Esta realidad encuentra su réplica en las diversas movilizaciones populares surgidas a raíz de otros focos de conflicto dentro de la problemática ambiental, como el fuerte protagonismo que hoy tienen las asambleas sociales que se resisten a las megaexplotaciones mineras a cielo abierto en todo el país.
Así, en el subtrópico, se hace primordial una sincera gestión donde se priorice la defensa del medio ambiente por sobre los intereses económicos, situación que, indefectiblemente, no hace más que aumentar esa grieta que separa –y enfrenta- a las organizaciones sociambientalistas con el Gobierno. Ese poder que actúa más por inercia y presión popular que por una real política dedicada al medio ambiente.
Por/Esteban Stanich.
http://www.primerafuente.com.ar/index.php/noticia/la-presion-popular-como-motor-de-las-politicas-ambientales
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