Por Domingo Schiavoni
La "república calchaquí"
Opinión. Al conjuro de un indigenismo muy mal entendido se ha convertido en un territorio usurpado y recolonizado por etnias supuestamente calchaquíes, que se consideran dueñas de la tierra y de los sitios turísticos de todos los argentinos y que amenazan con quebrar la unidad noroestina.Al conjuro de un indigenismo muy mal entendido, que se fortaleció en los últimos años con la política “redencionista” y particionista de Evo Morales en Bolivia, donde conviven 163 repúblicas étnicas al conjuro de la nueva constitución, todo el sur del valle calchaquí -desde Cafayate en Salta hasta Santa María en Catamarca- se ha convertido en un territorio usurpado y recolonizado por etnias supuestamente calchaquíes, que se consideran dueñas de la tierra y de los sitios turísticos de todos los argentinos y que amenazan con quebrar la unidad noroestina, tocando directamente a Santiago del Estero, que alguna vez fue llamada con justicia “la pela del incario”.
En la década de los ’90, cuando gobernaba Tucumán Ramón “Palito” Ortega, el entonces presidente de la Nación Carlos Menem, resolvió una reforma agraria muy sugerente como equívoca: transmutar las cédulas reales de la época de la Conquista, de que disponían los ancestrales pobladores de Amaicha del Valle, en la provincia de Tucumán, y sus herederos, en títulos escriturales, que convertían a los titulares de estas tierras en legítimos propietarios de sus parcelas, dentro del centenario régimen de los “comuneros”, al amparo jurídico de las leyes vigentes y de la Constitución Nacional..
En la década de los ’90, cuando gobernaba Tucumán Ramón “Palito” Ortega, el entonces presidente de la Nación Carlos Menem, resolvió una reforma agraria muy sugerente como equívoca: transmutar las cédulas reales de la época de la Conquista, de que disponían los ancestrales pobladores de Amaicha del Valle, en la provincia de Tucumán, y sus herederos, en títulos escriturales, que convertían a los titulares de estas tierras en legítimos propietarios de sus parcelas, dentro del centenario régimen de los “comuneros”, al amparo jurídico de las leyes vigentes y de la Constitución Nacional..
Se fundamentaron el ex presidente y el ex gobernador de entonces en un modelo redistributivo exógeno de la tierra que para entonces ya había aplicado el ex presidente nacionalista popular del Perú (de facto, obviamente), el general Velasco Alvarado, restituyendo a los comuneros de los departamentos de Ayacucho y Chaupihuarango, en los andes centrales del Perú, con sede administrativa en la localidad de Rancas, las tierras que los comuneros reputaban como propias y que les habían sido usurpadas por la ley de la fuerza y de los alambrados por empresas extranjeras.
Esta historia, escrita en moldura de novela histórica por el gigantesco escritor y periodista peruano Manuel Scorza, fallecido trágicamente en un accidente de aviación en 1968, mientras viajaba en un vuelo de línea de Lima a Madrid para recibir un premio internacional por su memorable obra “Redoble por Rancas”, narra en un tríptico conmovedor la usurpación y la masacre emergente tras la ocupación colonialista de los andes centrales del Perú por la multinacional norteamericana Cerro de Pasco Corporation.
La zona sur del extenso valle calchaquí no es demasiado diferente de aquella geografía. Con sus casi 270.000 kilómetros cuadrados, arranca desde el norte en los esquistos y serranías de Cafayate y se desdibuja hacia el sur, ya en la provincia de Catamarca, encerrado entre dos grandes cajones, los macizos El Negrito y el Cerro Muñoz, imponentes formaciones precordilleranas de entre 4.000 y 4.500 metros de altura, en las que sobresale el imponente nevado del Aconquija, con 6.500 metros y nieves perennes.
Por el medio de ese valle corre primero el río Calchaquí, que luego se funde en el río Santa María, ya en la provincia de Catamarca, hasta subsumirse en los arenales de la Punta de Balasto, último eslabón de la segunda de las precordilleras mencionadas, también en territorio catamarqueño.
Esta historia, escrita en moldura de novela histórica por el gigantesco escritor y periodista peruano Manuel Scorza, fallecido trágicamente en un accidente de aviación en 1968, mientras viajaba en un vuelo de línea de Lima a Madrid para recibir un premio internacional por su memorable obra “Redoble por Rancas”, narra en un tríptico conmovedor la usurpación y la masacre emergente tras la ocupación colonialista de los andes centrales del Perú por la multinacional norteamericana Cerro de Pasco Corporation.
La zona sur del extenso valle calchaquí no es demasiado diferente de aquella geografía. Con sus casi 270.000 kilómetros cuadrados, arranca desde el norte en los esquistos y serranías de Cafayate y se desdibuja hacia el sur, ya en la provincia de Catamarca, encerrado entre dos grandes cajones, los macizos El Negrito y el Cerro Muñoz, imponentes formaciones precordilleranas de entre 4.000 y 4.500 metros de altura, en las que sobresale el imponente nevado del Aconquija, con 6.500 metros y nieves perennes.
Por el medio de ese valle corre primero el río Calchaquí, que luego se funde en el río Santa María, ya en la provincia de Catamarca, hasta subsumirse en los arenales de la Punta de Balasto, último eslabón de la segunda de las precordilleras mencionadas, también en territorio catamarqueño.
Se trata de una zona seca, donde rara vez llueve, pero como contraparte tiene un clima extremadamente benigno, cuya media no supera en todo el año los 20 grados. Ese microclima tan particular motivó que la localidad de Amaicha del Valle fuera escogida por los especialistas que atendían a Eva Perón como uno de los tres sitios del mundo donde podría reponerse “la abanderada de los humildes” cuando se descubrió que padecía un cáncer terminal. Fue con ese propósito que comenzó a construirse la hostería del Automóvil Club Argentino, hacia los años ‘50, donde se hospedaría la ex primera dama para su descanso y restablecimiento, aunque su muerte se anticipó trágicamente al pronóstico de los médicos.
Todo el valle está sembrado de sitios turísticos de antigüedad milenaria, que son visitados año a año por un turismo de relajamiento y serenidad, entre los que prevalecen los visitantes tucumanos y santiagueños, muchos de los cuales han construido allí sus viviendas veraniegas, y también gente de Buenos Aires y del sur del país que nunca imaginó semejante belleza paisajística.
Entre los lugares más visitados figuran la villa de Colalao del Valle, el paraje de Los Zazos y su magnífica represa, donde se elabora el clásico vino “patero”, Amaicha del Valle (cabecera comunal), las estribaciones y los helados ríos cumbreños de Caspinchango, las Ruinas de Quilmes, las célebres tres cascadas de El Remate, la ciudad indígena ya semiderruída de Fuerte Quemado, antigua residencia de los indios diaguitas de Catamarca, y finalmente la creciente y moderna ciudad de Santa María, en la misma provincia.
Toda la zona está cubierta de viñedos de diversos varietales y también de frutales propios de su geografía, como membrillos, damascos, peras, manzanas, nueces, duraznos, ciruelos y hasta cayotes, con los que los lugareños elaboran deliciosos dulces regionales, como así también algunas empresas industriales que se radicaron en los últimos años en la zona.
Aunque jamás se desconoció la existencia de los pueblos originarios y se los respeta como tales, toda la colonización de esa otrora inhóspita zona fue realizada por tucumanos y catamarqueños, entre los que merece destacarse el ingeniero Víctor Canelada, ex Director de Vialidad de la Provincia de Tucumán, que proyectó y supervisó la construcción de la ruta nacional Nº 307, que une la ciudad de Acheral, sobre la ruta provincial Nº 38, con Cafayate y atraviesa todo el valle. Lo mismo ocurrió con las escuelas, diseminadas por toda zona, incluso en la alta montaña, la iglesia, las postas sanitarias, y distintas delegaciones de empresas de servicios.
Todo el valle está sembrado de sitios turísticos de antigüedad milenaria, que son visitados año a año por un turismo de relajamiento y serenidad, entre los que prevalecen los visitantes tucumanos y santiagueños, muchos de los cuales han construido allí sus viviendas veraniegas, y también gente de Buenos Aires y del sur del país que nunca imaginó semejante belleza paisajística.
Entre los lugares más visitados figuran la villa de Colalao del Valle, el paraje de Los Zazos y su magnífica represa, donde se elabora el clásico vino “patero”, Amaicha del Valle (cabecera comunal), las estribaciones y los helados ríos cumbreños de Caspinchango, las Ruinas de Quilmes, las célebres tres cascadas de El Remate, la ciudad indígena ya semiderruída de Fuerte Quemado, antigua residencia de los indios diaguitas de Catamarca, y finalmente la creciente y moderna ciudad de Santa María, en la misma provincia.
Toda la zona está cubierta de viñedos de diversos varietales y también de frutales propios de su geografía, como membrillos, damascos, peras, manzanas, nueces, duraznos, ciruelos y hasta cayotes, con los que los lugareños elaboran deliciosos dulces regionales, como así también algunas empresas industriales que se radicaron en los últimos años en la zona.
Aunque jamás se desconoció la existencia de los pueblos originarios y se los respeta como tales, toda la colonización de esa otrora inhóspita zona fue realizada por tucumanos y catamarqueños, entre los que merece destacarse el ingeniero Víctor Canelada, ex Director de Vialidad de la Provincia de Tucumán, que proyectó y supervisó la construcción de la ruta nacional Nº 307, que une la ciudad de Acheral, sobre la ruta provincial Nº 38, con Cafayate y atraviesa todo el valle. Lo mismo ocurrió con las escuelas, diseminadas por toda zona, incluso en la alta montaña, la iglesia, las postas sanitarias, y distintas delegaciones de empresas de servicios.
La convivencia entre criollos y herederos de las etnias originarias fue siempre pacífica y respetuosa, hasta que hace unos cinco años y en forma intempestiva estos últimos materializaron una rebelión inesperada: comenzaron a reputar todo el valle, desde Cafayate hasta Catamarca como “su” territorio, y decidieron rebautizarlo como “la república calchaquí”, de la mano de un “cacique jurídico” que se hace llamar abogado recibido nada menos que en la Universidad de Buenos Aires. Destruyeron y coparon la vieja hostería del pueblo, que usan como sede “política” y albergue, comenzaron a cobrar peajes para acceder a los sitios turísticos y de esparcimiento, desconocen la jurisdiccionalidad de la comuna departamental de Amaicha del Valle y hasta han elegido sus propias autoridades y delegados.
Es bueno bucear en la historia y advertir que indios originales quedan muy pocos y que hasta estos defensores del indigenismo insensato son en su mayoría mestizos, aunque llaman desdeñosamente “mostrencos” a todos los blancos y criollos que no ostentan sus presuntas raíces, sin reparar en que la mayoría de ellos también lo son.
El historiador, político y ensayista tucumano Juan B. Terán explica que los calchaquíes fueron por naturaleza indios guerreros y conquistadores. Primero delataron a los españoles a la tribu de los Quilmes, que vieron brillar el acero español cuando las caballadas godas avanzaban desde Cafayate, a través de los celosos vigías apostados en sus elevados pucarás. Intentaron huir presurosamente pero fueron alcanzados por los invasores que masacraron a la mayoría y tomaron prisioneros al resto, llevándolos como esclavos a lo que hoy es la ciudad de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires.
Los calchaquíes diezmaron luego a la etnia diaguita, que era un pueblo pacífico y fundamentalmente labriego, y prácticamente se adueñaron del valle en su totalidad, aunque vivían dispersos y nunca lograron tener ni un sitio concreto de residencia y mucho menos una elemental organización social.
Tuvimos ocasión de conversar un par de veces con algunos lugartenientes del famoso “cacique jurídico” (que no aceptó hablar con nosotros aunque exhibimos nuestra credencial de periodistas y le avisamos respetuosamente que se trataría de una entrevista a publicarse en un diario de la región). Entre molestos y tal vez demasiado erosivos y hasta con inocultable sarcasmo, conversamos un par de veces con algunos de sus palafreneros, que además de su rotunda estulticia evidenciaron desconocer cuestiones más que centrales.
Es bueno bucear en la historia y advertir que indios originales quedan muy pocos y que hasta estos defensores del indigenismo insensato son en su mayoría mestizos, aunque llaman desdeñosamente “mostrencos” a todos los blancos y criollos que no ostentan sus presuntas raíces, sin reparar en que la mayoría de ellos también lo son.
El historiador, político y ensayista tucumano Juan B. Terán explica que los calchaquíes fueron por naturaleza indios guerreros y conquistadores. Primero delataron a los españoles a la tribu de los Quilmes, que vieron brillar el acero español cuando las caballadas godas avanzaban desde Cafayate, a través de los celosos vigías apostados en sus elevados pucarás. Intentaron huir presurosamente pero fueron alcanzados por los invasores que masacraron a la mayoría y tomaron prisioneros al resto, llevándolos como esclavos a lo que hoy es la ciudad de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires.
Los calchaquíes diezmaron luego a la etnia diaguita, que era un pueblo pacífico y fundamentalmente labriego, y prácticamente se adueñaron del valle en su totalidad, aunque vivían dispersos y nunca lograron tener ni un sitio concreto de residencia y mucho menos una elemental organización social.
Tuvimos ocasión de conversar un par de veces con algunos lugartenientes del famoso “cacique jurídico” (que no aceptó hablar con nosotros aunque exhibimos nuestra credencial de periodistas y le avisamos respetuosamente que se trataría de una entrevista a publicarse en un diario de la región). Entre molestos y tal vez demasiado erosivos y hasta con inocultable sarcasmo, conversamos un par de veces con algunos de sus palafreneros, que además de su rotunda estulticia evidenciaron desconocer cuestiones más que centrales.
Les preguntamos, por ejemplo, cómo es que estábamos en una supuesta “república calchaquí” si los mapas oficiales del Instituto Geográfico Militar nos indicaban claramente que estábamos pisando el norte de la Provincia de Tucumán en la República Argentina. Le pedimos que nos desasnaran, alegando ignorancia, explicándonos cuáles eran los límites de “su” república. Nos respondieron con altanería: “Todo esto es nuestro territorio”. Les indicamos que nuestra Constitución Nacional permitía el libre tránsito por todo el territorio nacional a todos sus ciudadanos, de modo que estábamos ejerciendo un derecho más que legítimo. Como perseveraban en su intención de cobrarnos peaje para visitar un sitio (mediante una suerte de burdo bono contribución), les replicamos que el mantenimiento de todos los sitios era una responsabilidad institucional de la Comuna de Amaicha del Valle y, de última del Gobierno de Tucumán. “Ni la comuna ni el gobierno hacen nada y además los turistas depredan”, nos respondieron con la misma soberbia.
Era tanta su estupidez que decidimos ir a fondo y desarmarlos. Les explicamos que toda república tiene sus poderes, que generalmente son tres: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. En consecuencia queríamos saber cuál era la sede de los tres, quién o quiénes los titularizaban y cuánto duraban sus mandatos. Ahondamos más el estilete y los interrogamos sobre su bandera y sus símbolos patrios. Silencio de radio. Finalmente, y ya con la mayor ironía de que éramos capaces, les preguntamos que siendo una república, debían tener seguramente un embajador en Buenos Aires y correlativamente otro representante diplomático nuestro en la suya. Deseábamos conocer sus nombres, al menos. Quedaron pálidos y demudados. Finalmente nos dejaron pasar sin cobrarnos el peaje, aunque insistimos en abonarlo.
Esta penosa historia que narro debe terminar ya, no sin antes reconocer que el principal responsable de esta inimaginable situación de hecho, que ahuyenta al turismo y deja incrédulo al viajero es el gobierno de Tucumán, al menos en esa zona, ya que no ejerce como debiera un efectivo dominio territorial ni respalda a sus delegaciones comunales del interior.
Y del gobierno nacional ¡ni qué hablar! En vez de dedicarse al pillaje y al despilfarro de los fondos públicos, debería mostrar algo de preocupación por la integración territorial de la Patria, si es que la cuestión nacional es para él una esencialidad.http://www.diariopanorama.com/diario/noticias/2010/02/10/a-56958.html
Era tanta su estupidez que decidimos ir a fondo y desarmarlos. Les explicamos que toda república tiene sus poderes, que generalmente son tres: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. En consecuencia queríamos saber cuál era la sede de los tres, quién o quiénes los titularizaban y cuánto duraban sus mandatos. Ahondamos más el estilete y los interrogamos sobre su bandera y sus símbolos patrios. Silencio de radio. Finalmente, y ya con la mayor ironía de que éramos capaces, les preguntamos que siendo una república, debían tener seguramente un embajador en Buenos Aires y correlativamente otro representante diplomático nuestro en la suya. Deseábamos conocer sus nombres, al menos. Quedaron pálidos y demudados. Finalmente nos dejaron pasar sin cobrarnos el peaje, aunque insistimos en abonarlo.
Esta penosa historia que narro debe terminar ya, no sin antes reconocer que el principal responsable de esta inimaginable situación de hecho, que ahuyenta al turismo y deja incrédulo al viajero es el gobierno de Tucumán, al menos en esa zona, ya que no ejerce como debiera un efectivo dominio territorial ni respalda a sus delegaciones comunales del interior.
Y del gobierno nacional ¡ni qué hablar! En vez de dedicarse al pillaje y al despilfarro de los fondos públicos, debería mostrar algo de preocupación por la integración territorial de la Patria, si es que la cuestión nacional es para él una esencialidad.http://www.diariopanorama.com/diario/noticias/2010/02/10/a-56958.html
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