Desde el 1º de enero de 2010, la ley de biocombustibles obliga a que en la Argentina todas las naftas contengan un 7% de etanol, un alcohol hecho en base a caña de azúcar. Pero no sólo la norma legal es una prueba de que esta energía renovable llegó para quedarse: los grandes ingenios azucareros de Tucumán ya están invirtiendo millones de dólares en actualizar y montar nuevas plantas de etanol. Claro que existe otro lado de esta tecnología, el de los pequeños productores de caña -aquellos con entre 10 y 50 hectáreas-, a los que el INTI quiere ayudar a que se incorporen a este mercado nuevo.
En el Instituto, este proyecto comenzó en febrero de este año con la revisión de la información existente y la definición de los actores que lo harán factible. El plan es instalar en cooperativas de productores cañeros chicos varias unidades de extracción de jugo de caña y su fermentación hasta lograr un vino –así se dice en la jerga azucarera- con 50% de alcohol, para luego refinarlo en una unidad central que producirá etanol con un 99,5% de pureza, tal como requiere la normativa de la Secretaría de Energía.
“Es un modelo que no hay de quién copiarlo; lo que existe en el mundo son plantas grandes de etanol en las que se busca la eficiencia”, detalla el ingeniero Marcos Burín, responsable
de biocombustibles del área de Energías Renovables del INTI. El funcionario enfatiza en que hablar de unidades de producción “pequeñas y repartidas es ir a contramano de la cultura de la economía de escala, o sea la minimización de costos. Y por eso tendremos que trabajar en conjunto con la sociedad tucumana para introducir el concepto de que lo que es gasto para un gran ingenio azucarero, para el productor chico de caña es trabajo genuino y bien remunerado”.
Burín explica que, desde la óptica de la tecnología, se deberán poner a punto todas las etapas de la producción de etanol destinado a su mezcla con nafta: “Molienda para extracción de jugo, fermentación de alto rendimiento, concentración del vino o flegma, destilación hasta la mezcla azeotrópida, deshidratación de alta pureza y disposicion de los residuos”. Y puntualiza que cada uno de estos pasos, aun a escala chica, “no debe ser artesanal, sino incorporar el último grito de la moda tecnológica, (ver esquema) por ejemplo el uso de zeolitas sintéticas para la deshidratación, además de ensayos con minerales naturales del país”.
Historia y “alconafta”
El experto describe un poco más el complejo entramado económico de Tucumán: “Desde hace casi 200 años, allí se han hecho todos los experimentos económicos y sociales habidos y por haber. Y el resultado es que lo que siempre se ha querido solucionar se agravó más: la concentración de la tierra productiva en cada vez menos propietarios, la pauperización de los pequeños productores y la especulación comercial y financiera”. Para Burín, la actual ley de biocombustibles -en vigencia desde 2006- “no es una solución total, pero sí una nueva oportunidad para tratar de revertir la situación de los productores de caña tucumanos”.
Para desarrollar este proyecto de etanol –que, según asegura el ingeniero Burín, por estos días está en la etapa “de formulación más fina del anteproyecto”- el INTI se comunicó con las cooperativas tucumanas y diseñó un “ambicioso programa tecnológico”, que demandará “varios años de esfuerzos de productores, gobierno provincial, técnicos e instituciones”. Y dice que, en ese camino, el Instituto jugará un papel central en la coordinación y selección de las tecnologías más apropiadas.
“El alcohol anhidro es un proceso industrial complejo -sigue el especialista- que demanda grandes inversiones porque sólo es obtenible con más del 99 por ciento de pureza con tecnologías muy modernas, que todavía deben ser probadas en escala chica”.
Aunque a veces las comparaciones pueden ser odiosas, el responsable de biocombustibles del INTI no deja de decir que en Brasil “hace muchos años, cuando diseñaron su programa etanol, obligaron a los fabricantes de autos a hacer motores que funcionen con alcohol con sólo 96,5 de pureza, como el que se consigue en la farmacia”. Y recuerda que en los años 80, en la Argentina hubo un antecedente en el programa “Alconafta” en las provincias del NOA, que “luego fue liquidado porque nos convencieron de que acá el futuro estaba en el gas licuado para los automotores”, analiza.
“Tal como lo pensamos –vuelve a la carga Burín, este proyecto es un generador neto de empleo, porque implica un cluster de actividades secundarias, desde los proveedores de insumos hasta las profesiones y oficios que los productores consumen”. El funcionario del INTI explica que en el proyecto se contará con la participación activa de Estación Agrícola Experimental Obispo Colombres, que reúne la historia viva de la caña de azúcar en Tucumán; y tiene un acuerdo con el INTI para instalar alguna de las plantas piloto allí para afinar la tecnología. “En Tucumán –cierra Burín- hay profesionales que conocen del tema y talleres, así que no va ser necesario importar ni un solo kilo de equipo, todo se puede hacer localmente”.
http://www.inti.gob.ar/e-renova/erBI/er17.php
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